Cuando uno viaja por el resto de Europa, en ciudades como Ámsterdam una de las cosas que más sorprenden es que no hay persianas en las ventanas y balcones. De hecho, es casi hipnótico contemplar el interior de sus casas, con esas espectaculares lámparas, los cuadros y los objetos de diseño a la vista de cualquiera.
En cambio, en nuestro país las persianas son imprescindibles en cualquier vivienda. Y quien dice persianas, dice también estores, cortinas y visillos. Estos elementos son claves en verano para evitar que el sol caliente demasiado nuestra casa, pero también por la noche, cuando las bajamos o cerramos para evitar las miradas indiscretas de los vecinos o de los viandantes que pasan por la calle.
Si bien son muy útiles para evitar que el sol nos caliente demasiado la casa, también tenemos la costumbre arraigada de bajar las persianas por la noche , para evitar las miradas indiscretas de los vecinos.
El motivo por el que las persianas en Europa son casi inexistentes
Para descubrir los motivos por los que en Europa apenas se ven persianas, hay que buscar en dos motivos diferentes: los climáticos y los culturales. El primer motivo, es bien claro. España es el país con más horas de sol anuales de Europa, casi el doble que países como Reino Unido, Holanda o Bélgica.
Así, en España es casi obligatorio cerrar las persianas a medio día en verano para evitar achicharrarnos de calor y tratar de aislar la casa de las temperaturas externas. Por contra, en los países del norte de Europa no tienen esa necesidad. Es más, dado que hay menos horas de sol, sobre todo en invierno cuando hay noches muy largas, también necesitan aprovechar al máximo la poca luminosidad que tienen.
Pero además de las causas climáticas, también están las causas culturales. En nuestro país se cierran persianas y cortinas por la noche para evitar que nos miren mientras estamos en casa. En definitiva, en España somos muy celosos de nuestra privacidad.
Ese intento de preservar la intimidad proviene de la influencia del catolicismo y de la moral impuesta durante siglos. Una moral que obligaba a la gente a preocuparse por el qué dirán, protegiendo la vida privada que transcurría de puertas para adentro de cada casa.
Dentro de esa misma filosofía, la tradición era esconder si la casa era rica, ya que la vanidad estaba mal vista, mientras que en el extremo contrario a nadie le gusta mostrar sus miserias y la penuria en la que vive si las cosas no van bien.
En cambio, en los países protestantes del centro y del norte de Europa, consideran que Dios está en todas partes, por lo que no hay razón para preocuparse por lo que piensen los demás. Además, para los protestantes, ser rico es una muestra de que se ha trabajado y que Dios ha glorificado ese trabajo, por lo que no hay miedo a presumir o a mostrar que la vida va bien, ya que es una recompensa de Dios.
Tampoco había vergüenza para mostrar que eres pobre, ya que ese era el camino que Dios había elegido para ti. En esas culturas, destacaba la honestidad a la hora de ser transparentes y no tener miedo a mostrar a los demás si eres pobre o rico.
En este sentido, en estos países imperaba la mentalidad de si no hay nada que esconder, ¿para qué qué voy a tapar las ventanas? Esa visión también tienen un punto moral importante, ya que sin mostramos a los demás nuestra casa y cómo es nuestra vida, todo el mundo podrá comprobar que tenemos una moral y una conducta decente.
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