Cuando uno se compra una casa lo hace con ilusión y con las ganas de comenzar un nuevo proyecto de vida. El problema es que uno nunca sabe las sorpresas que puede esconder (y si no, que se lo digan a Tom Hanks y a Shelley Long en Esta casa es una ruina).
Si la situación de la película era surrealista, lo que le ha pasado a Steven Najda no lo es menos. Este británico de 67 años, natural de Yorkshire, estaba de visita en Arcos de la Frontera. Y se enamoró de un palacete que estaba a la venta, la Casa del Conde del Águila.
Un palacio con cocina compartida
El británico compró la mitad de la planta baja del palacio por 135.000 euros, una cantidad que no está nada mal para ser un edificio histórico. Pero a la hora de comprar, no sabía que la compra tenía truco: debía compartir la cocina del palacio con dos familias más.
Najda explica en un reportaje en el tabloide Daily Mail que un par de días después de haber comprado su nueva vivienda, una mañana una persona entró en la cocina con su perro. Al preguntarle qué hacía allí, se enteró que había dos puertas que conducían desde otras dos viviendas a la cocina.
Una situación surrealista sin duda, que me lleva a preguntarme si al británico no le entró curiosidad cuando visitó la casa para comprarla por recorrer toda la casa, y saber a dónde llevaban esas puertas que había en la cocina.
Al darse cuenta de que la cocina estaba compartida, consultó la situación con su abogado, y con el vendedor y con el notario para revidar las escrituras y determinar de quien era la cocina.
Todos ellos conformaron que la cocina antes era compartida por otras dos viviendas, aunque la propiedad debía transferirse una vez se completara el proceso de compra.
El problema es que los vecinos de las dos viviendas contiguas tienen derecho de acceso y llaves para entrar. Y aunque ambos tienen cocina en sus viviendas, ninguno de ellos ha cedido sus derechos de uso.
Pero las cosas no acabaron ahí. Meses después el británico descubrió que uno de sus vecinos le había robado una máquina de café que estaba valorada en más de 1.000 euros.
Además, un vecino conectó de forma ilegal una tubería a su agua, desviando el suministro. También 'perdió' todas las plantas y un sistema de riego que había puesto en el patio comunitario.
Al margen de las molestias de tener gente desconocida en su cocina, el británico ha gastado unos 20.000 euros en trabajos como "el pago de la pintura de la casa de un vecino y de nuevas vigas en la cocina para evitar que la casa de mi vecino se derrumbe. Tengo entendido que estos costos deben compartirse ya que están relacionados con la propiedad comunitaria, pero mi abogado es inútil y no puede reunir a los residentes", prosigue Naida.
El británico, que actualmente vive en Francia, explica en el diario británico que la situación fue devastadora para él: "lo compré pensando que sería la base para una nueva vida en España, pero ahora casi no vengo porque no quiero vivir bajo la amenaza de gente al azar sentada en mi cocina.'
Fotografía | Turismo de Arcos
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