Desde el comienzo de los tiempos, el deseo de construir ciudades ha estado unido a los seres humanos. Griegos, romanos, egipcios, españoles, británicos... Todos basaron su poder en la construcción de colonias y ciudades.
Esa atracción por construir ciudades nuevas sigue vigente, pese a que la mayor parte de la población mundial ya vive en grandes ciudades. Muchas de estas nuevas ciudades se venden a bombo y platillo, con infraestructuras y niveles de inversión que nublan la vista.
El problema es que muchos de esos proyectos solo se sostienen en el papel. En algunos casos, comienzan a desinflarse incluso antes de comenzar a ser construidos. En otros, las urbes se construyen, aunque al final, nadie las habite y queden como ciudades fantasmas.
Recientemente hemos visto casos como el de un pueblo de Turquía que construyó más de 700 castillos al más puro estilo Disney y que está abandonado. También están los casos de Shenyang y Yujiapu, en China, y Forest City, una ciudad situada en el estado de Johor, en Malasia en la que nadie quiere vivir.
Así es Forest City
Esta ciudad es un tremendo proyecto urbanístico desarrollado por una empresa china y el gobierno loca que aspiraba a convertirse en un modelo de ciudad del futuro. Esta aspiración os suena, ¿verdad? La hemos visto en Dubái, en Arabia Saudí..,
En el caso de Forest City, se planeó que entre sus calles vivieran miles de personas. Para alojarlos y darles servicio, se construyeron modernos y lujosos edificios de viviendas con vistas al mar, grandes complejos de oficinas, zonas con bares y restaurantes, un centro comercial, un parque acuático.
El problema es que frente a las previsiones, en Forest City solo viven unos pocos habitantes, insuficientes para llenar de vida lo construido hasta ahora. Así, la ciudad ofrece una imagen de bloques de viviendas vacías, calles desérticas, tiendas cerradas y playas sin vida.
La ciudad se construyó para que ciudadanos chinos de cierto nivel adquisitivo pudieran invertir parte de su riqueza en el extranjero comprando segundas residencias de alto nivel a precios más reducidos que en las ciudades costeras chinas. De hecho, los apartamentos no estaban destinados a los ciudadanos malayos.
Pero está claro que la modernidad de esta ciudad no bastó para que los chinos quisieran invertir en Malasia para tener un apartamento en el que pasar sus vacaciones. Y ante el fracaso a la hora de atraer habitantes, Country Garden, la empresa con capitales chinos y malayos que promueve la ciudad, decidió paralizar las obras cuando se había construido solo el 15% del proyecto.
Por otro lado, la ciudad se desarrolló sobre unas islas protegidas ambientalmente. Además, la ciudad está muy cerca del Puerto de Tanjung Palasan y está a un puente de dos kilómetros de Singapur, aunque se encuentra rodeada de comunidades en desarrollo cuyos ingresos promedio son insuficientes para vivir en Forest City.
A los problemas ya mencionados se sumó la crisis inmobiliaria que afectó a China, además de una restricción de visado para los compradores chinos y el impacto de la pandemia de COVID-19.
Elementos que sin duda contribuyeron a debilitar el proyecto y a restar interés a los posibles compradores. Una falta de interés que se acrecienta con la delicada situación financiera de la empresa, ya que Country Garden tiene una deuda de 200.000 millones de dólares.
Fotografías: Forest City | Google Maps
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