El pasado día cinco de diciembre le dimos el adiós al último gran arquitecto, Oscar Niemeyer. El único exponente del Movimiento Moderno que seguía no solo vivo, sino activo, con muchos proyectos en mimbres a pesar de su vida centenaria. De hecho, el próximo sábado 15 hubiera cumplido 105 años.
Discípulo de Le Corbusier, Niemeyer pronto se liberó de las ataduras del racionalismo, y al igual que su maestro, abrazó la linea curva, la de la naturaleza, sin renunciar a la máxima de que la forma sigue a la función. Así lo atestiguan la infinidad de obras que ha dejado como legado a lo largo y ancho del mundo, desde la polémica Brasilia hasta el Centro Niemeyer en Avilés.
Sería imposible quedarse con alguno de sus edificios, cada uno una obra de arte completamente única, y a la vez, inequívocamente parte del estilo propio del arquitecto brasileño. Quizás por una cuestión de proximidad, y porque visitar un edificio no se parece en nada a verlo en fotos, os invitaría a que disfrutarais de la Ciudad de la Cultura de Avilés, una de sus últimas obras finalizadas, y que el mismo dijo que definía a la perfección su filosofía.
Brasil llora su pérdida, despidiendo a la figura de un arquitecto con el que la nación se identificaba. Ha sido enterrado con todos los honores en Rio de Janeiro, tras celebrarse un homenaje en Brasilia, en el palacio presidencial de Planalto, una de sus obras más significativas en la capital. El mundo echara de menos tu genialidad, Oscar.
Imagen | Wikimedia Commons
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