Aunque casi siempre escribo en un tono más bien amable, y suelo hablar de las cosas que me gustan en vez de las que no me gustan, hoy vais a dejar que me desahogue con el odioso truco fotográfico de los antes y después; fotos oscuras, cuartos desordenados, malos encuadres para el antes y fotografías de revista con una dulce luz veraniega para el después.
Para ilustrar mis argumentos, voy a usar la reforma de un salón con cocina americana que ha realizado la diseñadora Casey Keasler. No es que no me guste el cambio, que me encanta, pero se ha exagerado innecesariamente utilizando todas las artimañas habituales en los antes y después, así que me viene perfecta como ejemplo.
La luz
Este es “El Truco”, con mayúsculas. Siempre, siempre hay más luz en el después que en el antes. A veces es gracias en parte a la propia reforma —en este caso hay más blanco— pero siempre se presenta la habitación original como un lugar oscuro y tenebroso, y la nueva con una luz propia del edén.
En este caso, se ha ido al extremo, y la foto del antes se ha hecho directamente de noche, sin apenas luz entrando por las ventanas y con un par de lámparas como única iluminación artificial. En la imagen vemos cómo cambia la cosa si corregimos la exposición en el estado primigenio y la estropeamos en la foto del después, igualando también el defectuoso balance de blancos de la primera.
El encuadre
¿No os parecen siempre que las habitaciones son más grandes en el después que en el antes? Es cierto que normalmente se gana amplitud con las reformas, pero la mayor culpa de esta sensación de mayor amplitud la tiene el encuadre, que se hace más cerrado primero, mostrando menos habitación, y más abierto después, dando así más sensación de profundidad y amplitud.
En la reforma que tenemos entre manos se ve claramente, en la foto del antes apenas vemos la nevera y el fregadero enteros, y en la siguiente imagen no solo aparecen por completo, sino también bastante más trozo de cocina. Si no me creéis, fijaos en dónde está la ventana del techo en ambas fotografías.
En la imagen os presento el efecto corregido, haciendo que el nuevo espacio ya no parezca tan amplio.
El desorden
Este es el truco más viejo de todos, y el que más canta. Ya expliqué hace un tiempo cómo afectaba el orden a la percepción de los espacios, llegando a parecer distinta una habitación solo con recoger y ordenar, algo que llevan al extremos en los antes y después.
En las instantáneas del antes, los dueños parecen unos adolescentes descuidados que se dejan las cosas por el suelo, las puertas de los armarios abiertas y los platos sin fregar. En este caso hasta sacan al perro comiendo en la foto y todo. Sin embargo, sufren una metamorfosis con el rediseño, como si la reforma también los hubiera cambiado a ellos —a veces pasa, pero son las menos—, y de repente todo está perfectamente colocado.
Estos son los tres trucos fotográficos más odiosos de los antes y después. No es que sea el fin del mundo, y sé que todo el mundo lo hace, pero a veces la comparación se hace en condiciones tan desiguales que parece que nos quieran tomar por tontos.
Insisto en que la reforma me gusta mucho, el blanco le sienta muy bien al espacio, pero tampoco me disgustaba nada la distribución anterior —no me entusiasman nada las cocinas de canto— y creo el cambio no es tan radical como aparenta en las imágenes.
Imágenes vía | Design Sponge
En Decoesfera | Antes y después: de la oscuridad absoluta al baño de mis sueños