Lejos de las grandes ferias, las grandes marcas, y la gran industria del mueble, hace unos días tuvimos la oportunidad de conocer un poco más de cerca una parte del trabajo que lleva a cabo la Fundación Carmen Pardo-Valcarce. Esta fundación, creada en 1948 a partir de la Asociación Niño Jesús del Remedio, nació con el objetivo de eliminar barreras y fomentar la participación en nuestra sociedad de las personas con discapacidad intelectual.
Hoy en día atienden distintas áreas, contando con un colegio de educación especial, un centro de día, una oficina de empleo propia, así como una vivienda tutelada, un club deportivo, y el centro de investigación en discapacidad, además de tres centros especiales de empleo, que entre otros trabajos, desarrollan labores de carpintería, pintura industrial y fabricación de muebles, pintura decorativa, centros de flores, jardinería, viveros y mantenimiento de jardines.
Esos fueron los trabajos que nos acercaron a la fundación, que por un día abrió sus puertas para que pudiéramos conocer tan encomiable labor. Y tengo que decir que fue una grata sorpresa pues muchos de los trabajos que allí vimos sorprendían por sus buenos acabados, la variedad y la originalidad de sus diseños.
Vimos grandes piezas: butacas, aparadores, y consolas, junto a detalles decorativos como bandejas, centros florales, espejos, etc, además de algún detalle para el exterior, como una original caseta para animales que nos saludaba en la entrada. La baza que más nos llamó la atención es la variedad de estilos, pasando de diseños y colores suaves a atrevidos estampados de inspiración animal.
En una de las esquinas se exponían varias piezas que podían formar parte de una serie; en suaves tonos azules, y gozando de estampados en papel, una técnica que vemos repetida en otros diseños, cómodas, mesillas y cabeceros prestos a decorar un dormitorio completo.
Cambiando totalmente de estilo, algunas de las piezas se convertían por sí solas en puntos de atención, como la cómoda Chipendalle, pintada en rombos blancos y negros, absolutamente bien acabada, y rematada por detalles en dorado envejecido. Otra de las cómodas se vestía de grises degradados, y también en gris vimos una pieza moderna y sobria, acabada en una textura granulada similar a la piel de tiburón.
Como contrapunto a las colecciones más clásicas, descubrimos la serie Cubo, que consta de mesillas y mesas bajas de lineas minimalistas, en combinación con un esquemático galán de noche. El diseñador Alberto Ribera firma una serie de cómodas de corte indiscutiblemente moderno.
Las sillas Luis XVI se dejan envejecer a conciencia, con diferentes acabados que marcan su carácter con fuerza: en rejilla color marfil o tapizadas con símil de piel de cebra, partiendo de una misma base se convierten en piezas muy diferentes.
Un punto y aparte merecen los arreglos florales que realizan los empleados de la Fundación, jarrones y globos de vidrio en los que las flores se acomodan con gusto; centros de mesa y ramos preparados en tonos graduados se podían ver sobre los muebles expuestos. Además de grandes muebles, también trabajan en pequeñas piezas decorativas, como giraplatos, revisteros, papeleras y pequeñas cajas para diversos usos.
Nos ha encantado conocer el trabajo de la Fundación Carmen Pardo-Valcarce, y nos hemos quedado con ganas de conocerla aun más a fondo, esperamos que la visita también haya sido de vuestro agrado.
Más información | Fundación Carmen Pardo-Valcarce
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